Las bebidas sin azúcar no ayudan a adelgazar ni a comer sano

¿Aún no has probado la nueva «bebida ultractiva biorregeneradora (BUBI)» que anuncian Julio Basulto y Carlos Casabona? Con un tono satírico, desenfadado y cargado de intencionalidad los divulgadores científicos arrancan el primer capítulo de su libro «Beber sin sed» (Paidós) con el ficticio lanzamiento de una bebida con supuestas propiedades milagrosas para hacer constancia de la cantidad de impactos de carácter publicitario y jerga pseudocientífica que podemos llegar a sufrir cada día y que nos llevan, en ocasiones, como reza el título de su libro «Beber sin sed», a beber de todo, mucho y sin ton ni son olvidando así uno de los principales sistemas regulatorios de la cantidad de líquido que necesita el organismo: la sed.

Los autores se preguntan (de forma retórica) si cesará algún día la salida al mercado de nuevas bebidas alertando en realidad del hecho de que, frente a esa creciente oferta de todo tipo de líquidos, las recomendaciones sobre su consumo son escasas o insuficientes, cuando no erróneas o interesadas, pues muchas de ellas muestran la influencia de los «lobbies» de las empresas que venden zumos,refrescos, bebidas energéticas o alcohólicas. «No es que creamos que la mayoría de bebidas que oferta la industria sea mala en sí, lo que pretendemos con esta guía es aportar la información necesaria para que los consumidores puedan leer e interpretar correctamente la letra pequeña de las etiquetas de esas bebidas y no se crean todo lo que dicen los mensajes publicitarios», explica Carlos Casabona.

Uno de los asuntos que más preocupa a los autores, y así lo expresan en los distintos capítulos de la obra, es el exceso de la ingesta de azúcares a partir de los líquidos que se beben a diario pues, tal como explican, su consumo se relaciona de manera inequívoca con la actual pandemia de sobrepeso y obesidad que sufre la población. Este mensaje, que desde hace años transmiten los divulgadores relacionados con la salud a través de las redes sociales (especialmente en Instagram y Twitter), ha llegado a provocar respuestas positivas por parte de la industria alimentaria, bien con el lanzamiento de nuevos productos que incluyan menos azúcar o bien con tímidos o sutiles cambios en sus declaraciones nutricionales. Sin embargo, tal como destacan Casabona y Basulto, esto no ha provocado la deseada retirada del mercado de las bebidas que siguen incluyendo «cantidades desorbitadas de azúcar».«Lo que se ha producido es un aumento de la oferta o carta de bebidas con el ánimo de atraer a esos consumidores que no quieren ganar peso o que simplemente desean comer de forma más saludable. Pero los divulgadores tenemos claro y así lo constatamos en el libro citando estudios científicos al respecto que las personas que toman esas bebidas con edulcorantes sintéticos no solo no adelgazan, sino que tampoco están siguiendo una alimentación más saludable», argumenta.

La clave de esta nula consecuencia saludable del consumo de las bebidas sin azúcar (que llevan, por cierto, más de 15 años en el mercado) está, según revela Casabona, en el efecto halo que ejercen y que evoca a la ya popular ocurrencia de: «Póngame un café con sacarina y dos croissants de chocolate, por favor». De alguna manera, tal como explica el autor, el hecho de creer que se está consumiendo algo sin azúcar parece darnos patente de corso para comer el doble.

A esto hay que sumar, según apunta Casabona, otros efectos nocivos de estas bebidas edulcoradas como su capacidad para provocar cambios en la microbiota o incluso a nivel metabólico, pues algunos estudios sugieren que el páncreas puede llegar a segregar insulina cuando el cerebro le indica que lo que se está tomando sabe dulce, a pesar de que en realidad no se esté consumiendo azúcar y eso puede generar un cierto desequilibrio.

Merecen capítulos aparte, con reveladoras infografías para entender los conceptos que citan, la mención de los autores a la necesidad de elegir con criterios saludables las bebidas vegetales (mal llamadas leches vegetales), el preocupante auge de las bebidas energéticas (aunque los autores se refieren a ellas como «excitantes») entre los jóvenes e incluso los niños y la explicación detallada de la consigna de que una pieza de fruta siempre es una mejor opción que un zumo, por muy «natural y recién exprimido que sea».

El alcohol, una bebida con «prestigio social»

Otra de las grandes preocupaciones que abordan Basulto y Casabona en su obra «Beber sin sed» está relacionado con el consumo de alcohol, especialmente entre los más jóvenes. «No hay más que ver los chistes de WhatsApp, los memes en las redes sociales, los anuncios del verano o los patrocionios del deporte para darse cuenta de que las bebidas alcohólicas gozan de prestigio social y se relacionan con contextos de juventud, sentimiento de grupo, alegría y personajes famosos o atractivos», alerta Casabona.

Además, el coautor de «Beber sin sed» explica que algunos de los bulos o falsos mitos más extendidos relacionados con las bebidas tienen que ver precisamente con el alcohol (como los supuestos «beneficios de la cerveza» o las supuestas bondades de la «copita de vino diaria») y que detrás de ellos está la acción de los «lobbies» de esa industria que, según afirma Casabona, durante años pagaron a distintas instituciones para que hiciesen públicos estudios sesgados que, o bien culpaban de la obesidad a otros factores y omitían la ingesta de alcohol o bien atribuían determinados beneficios a la ingesta de esas bebidas evitando referirse al efecto tóxico y nocivo del alcohol sobre la salud. «Si haces la prueba buscando en Google las palabras ‘cerveza y beneficios’ o la expresión ‘copa de vino diaria’ encontrarás numerosos mensajes o referencias que aluden, por ejemplo, a la capacidad del vino o la cerveza de adelgazar, aumentar la longevidad, reforzar los huesos o mejorar la actividad sexual. Incluso se ha llegado a decir que la cerveza es la mejor bebida para hidratarse después de hacer ejercicio. Y eso son disparates», aclara.

Por eso no descarta (o más bien matiza que «sería deseable») que, con el tiempo, las bebidas alcohólicas incluyan, al igual que sucedió en su día con el tabaco, mensajes claros que adviertan del efecto perjudicial de su consumo sobre la salud y no una mera recomendación de «consumo responsable» o «moderado» como sucede en la actualidad en España.

Tomado de https://www.abc.es